Razones para no dar Culto a María

Tal vez la prueba más significativa de que el culto a María no es otra cosa que la continuación del culto pagano a las diosas de diversos nombres y no a la bendita madre del Señor (siempre bien amada pero no adorada por los verdaderos cristianos), es que en la religión pagana la madre era adorada tanto como su hijo o más. Aquí hay una clave muy importante para ayudarnos a resolver el misterio contemporáneo de Babilonia. El verdadero cristianismo enseña que el Señor Jesús, y solamente Él, es el Camino, la Verdad y la Vida, que solamente Él entre todas las criaturas de la tierra, ha podido vivir una vida sin mancha de pecado; y Él es quien debe ser exaltado. Nunca su madre. Pero el catolicismo romano, demostrando la influencia del paganismo en su desarrollo, exalta a la madre también y en muchas formas, la madre es más honrada que el mismo Hijo.

Bien sabemos que muchos han de tratar de negar que la Iglesia Católica atribuya una posición divina a María. Pero al viajar alrededor del mundo, ya sea en una majestuosa catedral o en una capilla provinciana, la estatua de María ocupa el puesto primordial. Al recitar las oraciones del Rosario y del “Ave María” se repiten estas nueve veces más que el “Padre nuestro”. Se acepte o no, el nombre de María es más importante en el catolicismo. En forma similar a la Babilonia del pasado, la diosa-madre es glorificada hoy en día en la Babilonia del presente; solamente que se usa el nombre de María en vez de otros nombres bajo los cuales era conocida la diosa. Al católico se le enseña que la razón por la cual se debe orar a María, es porque ella lleva las peticiones de sus adoradores a su hijo Jesús, y como es su madre, Le contesta la oración para complacerla. Con esto se deduce que María tiene más compasión, más comprensión y más bondad que su Hijo, el Señor Jesús. Ciertamente, tal suposición es una blasfemia y va completamente en contra de las enseñanzas de las Escrituras. Sin embargo, esta idea es frecuentemente repetida en los escritos católicos.

Un notable escritor católico romano, Alfonso Ligorio, escribió que las oraciones son más efectivas cuando se dedican a María, en vez de a Cristo. Y el hecho de que sus escritos lleven el sello de aprobación de la Iglesia Católica, es evidente, ya que fue canonizado como «santo» por el papa Gregorio XIV en 1839 y fue declarado «Doctor» de la Iglesia Católica por el papa Pío IX.

En una parte de sus escritos, Ligorio describe una escena imaginaria en la cual un pecador ve dos escaleras colgando del cielo. María está a la cabeza de una y Jesús en la otra. Cuando el pecador trata de subir por la de Jesús, ve la cara furiosa de Él y cae derrotado. ¡Pero cuando sube la escalera de María, lo hace rápida y fácilmente, y es bienvenido por ella, quien lo introduce en el cielo y lo presenta a Cristo! Entonces todo va bien. Esta descripción es para demostrar cuánto más fácil y efectivo es el ir a Cristo a través de María.

Este mismo escritor católico dijo que el pecador que se aventura a ir directamente a Cristo, puede encontrarse con la presencia de su ira. Pero si va a orar a la «virgen», ella sólo tendrá que mostrar a Jesucristo «los senos que le dieron de mamar», y su furia se calmará inmediatamente. Ciertamente tal idea va contra las Escrituras. El caso es que las Escrituras nos dan una ilustración que niega rotundamente esta aseveración: Bienaventurado el vientre que te trajo y los pechos que mamaste dijo una mujer a Jesús; pero Él le contestó diciendo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios y la guardan» (Lc. 11:27-28).

Obviamente, la idea de que Jesús era persuadido a contestar una oración porque María le mostrase los pechos que mamó, es contraria a las Escrituras. Pero tal idea de los pechos no era extraña en los cultos de la diosa-madre pagana. Se han descubierto imágenes que muestran frecuentemente sus pechos desproporcionados con su cuerpo, de una manera extraña. O como en el caso de Diana, ¡para demostrar su «fertilidad», se le ilustra con unos cien senos!

El catolicismo ha intentado aún más exaltar a María a una posición netamente divina con la nueva doctrina de la «Inmaculada Concepción Tal enseñanza no es otra cosa que un esfuerzo más para hacer a María semejante a la diosa del paganismo, pues en los viejos mitos, ¡la diosa también se creía que había nacido de concepción sobrenatural! Estas viejas fábulas variaban, pero todas hablaban de incidentes sobrenaturales en conexión con su entrada al mundo. Enseñaban que era superior a todo mortal ordinario, que era divina. Y así, poco a poco, era necesario enseñar que María también entró a este mundo de una manera sobrenatural, ¡para hacer que las enseñanzas acerca de ella concertaran con las del paganismo!

El elemento sobrenatural en las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana sobre María, es de qué ella nació sin pecado original. Pero de este nacimiento no nos dicen nada las Escrituras. Acerca de María, la Biblia dice que fue una mujer virtuosa y temerosa de Dios, favorecida y escogida por Él, una virgen, pero tan humana como usted y yo. Y, como humana, era miembro de la raza caída de Adán. Como las Escrituras declaran, «Por cuanto todos pecaron, están destituidos de la gloria de Dios». La única excepción de esto es nuestro Señor Jesucristo. Como todo el mundo, María necesitaba de un Salvador y esto fue plenamente admitido por ella misma, cuando dijo: «Y mi espíritu se alegró en Dios, mi salvador». Obviamente, si María necesitaba de un Salvador, entonces no era salvadora. Si necesitaba de un Salvador, ella necesitaba ser salva, recibir perdón, ser redimida como todos nosotros. En resumen, la divinidad de nuestro Señor no radica en el hecho de que su madre haya sido una persona exaltada o sobrehumana. No, al contrario, es divino porque Él es el único Hijo de Dios, concebido por obra y gracia del Espíritu Santo. Su divinidad viene del Padre celestial, no del carácter sobrehumano del instrumento que Dios usó para su entrada en el mundo.

Debemos comprender que fue Jesús quien nació de concepción sobrenatural, no su madre. La idea de que María era superior a otros seres humanos, fue enfáticamente rechazada por el mismo Jesús.

Un día, mientras predicaba: «… su madre y sus hermanos estaban afuera. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera y quieren hablarte. Y Jesús respondió al que esto le decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?, Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos”. Porque todo aquel que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi madre, y hermano y hermana (Mt. 12:46-50). Claramente podemos ver que si servimos al Señor, si hacemos su voluntad, estamos en la misma categoría espiritual que María. Ciertamente, esta unidad en Cristo nos enseña igualdad a los ojos de Dios y rechaza la idea de que María fuese una persona sobrenatural.

Sin embargo, el romanismo adoptó del paganismo la idea de orar a la divina-madre, de modo que tuvo que enseñar que María era una persona sobrenatural; de lo contrario, ¿cómo podría ella escuchar las oraciones que le dirigen cada día los católicos de todo el mundo, recitando el Avemaría, el rosario, las letanías de la virgen bendita y otras más? Multiplique el número de estas oraciones por el número de católicos que las recitan cada día. ¿Se ha imaginado que María tendría que escuchar 46.296 peticiones por segundo? Y esto es un cálculo conservador. Está claro que nadie más que Dios puede hacer esto. Sin embargo, los católicos creen que María escucha todas estas oraciones y entonces, por necesidad, ¡tienen que exaltarla a una posición divina, sea bíblica o no!

Tratando de justificar tan innecesaria exaltación de María, los líderes católicos han buscado algún fundamento bíblico para sostener esta creencia. Las palabras de Gabriel a María «Bendita tú entre las mujeres» (Lc. 1:28) han sido frecuentemente referidas a este respecto. Seguramente que las palabras de Gabriel indican que María fue favorecida de Dios; pero no la hicieron una persona divina, simplemente porque fue bendita entre las mujeres», pues mil trescientos años antes fue pronunciada una bendición similar a Jael, mujer de Heber Ceneo (Jue. 5:24). La Biblia, sencillamente, nos demuestra que María era «bendita entre las mujeres pero esto no significa que debemos adorarla, orar a ella o hacerla una diosa.

Antes de Pentecostés María estaba reunida con los discípulos esperando la promesa del Espíritu Santo. Leemos que los apóstoles perseveraban unánimes en la oración, con las mujeres y con María, la madre de Jesús y con sus hermanos» (Hch. 1: 14).  Ciertamente, las Escrituras no dicen que los discípulos estaban orando a María; la ilustración que acompaña -tal como es vista en los catecismos católicos- intenta dar a María una posición central. Pero como sabe todo estudiante bíblico, los discípulos en esa ocasión no estaban mirando a María; estaban buscando que el Cristo resucitado, quien había ascendido al cielo, les enviase el don del Espíritu Santo.

Nótese también que en el dibujo, no solamente están los discípulos mirando a María, sino que también el Espíritu Santo (en forma de paloma) se ve volando sobre ella. De acuerdo a las Sagradas Escrituras, la única persona sobre quien el Espíritu Santo descendió en esa forma fue sobre el mismo Jesús, no sobre su madre. Por otra parte, y aunque parezca increíble, la diosa-virgen pagana, bajo el nombre de Juno, era frecuentemente representada con una paloma en su cabeza, como también lo eran Astarté, Cibeles e Isis. Y así, la influencia pagana en tales cuadros, aparece de un modo bien claro.

Otro intento por glorificar a María -exaltarla a un plano que la Escritura no le otorga- puede notarse en una doctrina católica, conocida como la perpetua virginidad de María. Esta enseña que María continuó virgen toda su vida. Pero tal doctrina no fue nunca enseñada por Cristo o por sus discípulos. Como lo explica la Enciclopedia Británica, la doctrina de la perpetua virginidad de María no fue enseñada sino hasta cerca de trescientos años después del regreso de nuestro Señor al cielo. No fue sino hasta después del Concilio de Calcedonia, en el año 451, que esta infundada suposición fue aprobada oficialmente por Roma.

Al contrario de las enseñanzas católicas, la Biblia muestra claramente que María no continuó como virgen a través de toda su vida. La Biblia enseña que nuestro Señor Jesucristo nació de la virgen María -concebido en virginidad y nacido sobrenaturalmente (Mt. l:23). Enfáticamente creemos en el nacimiento virginal de Jesús. Pero después del nacimiento de Él, María dio a luz a otros hijos, los hijos naturales de su unión con José, su esposo.

En Mateo 1:25 leemos que Jesús fue el hijo «primogénito». La Biblia no dice que María haya parido a un solo hijo, sino que nos dice que Jesús fue su primer hijo. El hecho de que Jesús fuera el primogénito, indica que después nacieron de María otros hijos. Siempre en el lenguaje lógico normal, un primero requiere un segundo. Pero fuera de esta línea de razonamiento, las Escrituras no dejan lugar a dudas del hecho de que María tuvo otros hijos después del nacimiento de Jesús. Sus nombres son anotados en la Biblia, como sigue: «Jacobo, José, Simón y Judas» (Mt. 13:55). Además de estos hermanos, el versículo siguiente menciona a las hermanas de Jesús. Las gentes de Nazaret dijeron: «¿ … y no están todas sus hermanas con nosotros?» La palabra «hermanas» está en plural, de modo que sabemos que tuvo por lo menos dos hermanas. Pero si nos fijamos un poco más, veremos que el pasaje indica que Jesús no sólo tenía dos hermanas, sino que por lo menos tenía tres. Notemos que el versículo habla de «todas» sus hermanas. Por regla general, cuando nos referimos solamente a dos personas, decimos «ambas» y no «todas» ellas. Esto, definitivamente, implica que la expresión se refiere a tres o más hermanas. Si entonces añadimos tres hermanas y cuatro hermanos además de Jesús, resulta que María, tuvo ocho hijos.

El Señor Jesús nació de María sobrenaturalmente, por un nacimiento virginal, los otros siete hijos que ella tuvo, nacieron normalmente; fueron engendrados por su esposo José. Pero la actitud católica es que José conservó a María como virgen por el resto de su vida. Sin embargo, ella fue virgen según las Escrituras «solamente» hasta después del nacimiento de Jesús. José no la conoció hasta que parió a su hijo primogénito y lo llamó Jesús. José no conoció a María hasta después del nacimiento de Jesús. Pero más tarde, José y María tuvieron unión matrimonial y dieron a luz a varios hijos tal como lo enseñan las Escrituras. Estudiando lo que la Biblia enseña, nos damos cuenta que la doctrina de la perpetua virginidad de María es completamente falsa.

Durante los días de la apostasía -para hacer más clara la identificación de María con la madre-diosa que las naciones venían adorando hacía cientos de años-, algunos exagerados admiradores de María comenzaron a enseñar que el cuerpo de María nunca sufrió corrupción, sino que ascendió a los cielos al igual que Jesucristo y que allí sentada hoy en día, como la Reina del cielo» para recibir culto y oraciones. No fue sino hasta este siglo que la doctrina de la ascensión de María se proclamó oficialmente como una doctrina de la Iglesia Católica Romana. Fue tan sólo en el año1950 que el papa Pío XII declaró que el cuerpo de María no sufrió corrupción, sino que fue llevado al cielo. Obviamente, dicha doctrina de la ascensión de la virgen, no es parte de la doctrina del Nuevo Testamento.

He aquí las palabras de uno de sus admiradores. San Bernardo, que favorecen la posición católica en este aspecto «En el tercer día, después de la muerte de María, cuando los apóstoles se juntaron alrededor de su tumba, la encontraron vacía. El cuerpo sagrado había sido llevado al paraíso celestial. La tumba no tuvo poder sobre alguien inmaculado. Pero no fue suficiente que María haya sido recibida en el cielo; ella no era cualquier ciudadano ordinario; tenía aún mayor dignidad que el más alto de los arcángeles. María había de ser coronada reina del cielo por el Padre Eterno; ella había de tener un trono a la mano derecha de su hijo. Ahora, día tras día, hora tras hora, ella está orando por nosotros, obteniendo gracia para nosotros, preservándonos del peligro, protegiéndonos de la tentación, llenándonos de sus bendiciones. Bien puede decirse que el culto a María en su plenitud, está basado en esta creencia de que ella ascendió a los cielos. Pero la Biblia no dice nada en absoluto de tal ascensión de María». Al respecto, Juan 3:13 dice: «Y nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del Hombre, que está en el cielo, nuestro Señor Jesucristo». Él es quien está sentado a la diestra de Dios Padre. Él es quien es nuestro Mediador. Él es quien nos llena de bendiciones, ¡no su madre!

La Biblia no dice nada de orar a una mujer, sea María o cualquier otra. Este culto falso es repetidamente prohibido en la Biblia. Las verdaderas oraciones deben ser dirigidas a nuestro Señor mismo. «Porque hay un Dios asimismo un mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (2Ti. 2:5). La simple idea de «orar a María corno mediadora y como «reina del cielo no es más que un paganismo disfrazado con el nombre de María. Junto con las oraciones a María está el rosario, el cual, como hemos de ver, es igualmente de origen pagano. Como un instrumento, el rosario es una cadena con quince series de pequeñas bolitas; cada serie está marcada por una bola más grande. Los bordes de la cadena se juntan con una medalla con la efigie de María, De esta medalla cuelga una cadena corta al final con una cruz.

Los objetos en el rosario son para contar oraciones, las cuales son repetidas una tras otra. Tal instrumento -muy bien conocido- forma parte importante del culto católico. Pero como tantas otras cosas en la Iglesia Católica, el rosario no es un instrumento cristiano sino una invención pagana. Mucho antes de que existiera una Iglesia Católica, el rosario era ya usado comúnmente en casi toda nación pagana.

Se encontró un medallón en Cítium (Chipre) que había sido colonizado por los fenicios, el cual tiene un círculo de cuentas que se semejan al rosario. Este rosario fue usado en el culto a Astarté, la diosa-madre, cerca de ochocientos años antes de Cristo. Este mismo rosario se puede ver en muchas de las monedas encontradas que se usaban en Fenicia.

Las bramas han usado desde hace mucho tiempo rosarios con cientos de canicas. Los adoradores de Vishnú dan a sus hijos rosarios de 108 canicas. Un rosario similar es usado por millones de budistas en la India y en el Tíbet. Los musulmanes constantemente oran por los noventa y nueve nombres de Alá con su rosario Tasbik de 99 canicas. Los adoradores a Shiva tienen un rosario con el cual repiten, si es posible, todos los mil ocho nombres de su dios.

Cuándo los misioneros católicos visitaron la India, Japón y México por vez primera, sitios éstos en los cuales el nombre de Cristo jamás se había escuchado, ¡se sorprendieron al encontrar rosarios usados por los paganos! Los adoradores del demonio en el Tíbet y China usan rosarios para sus rituales. Los rosarios son frecuentemente nombrados en los libros sagrados de los hindúes.’ El rosario era usado en la Grecia asiática y tal es el objeto con canicas visto en las estatuas de la diosa Diana. Escritos de dos y tres siglos antes de Cristo mencionan uso del rosario dentro de varías religiones paganas. Y no solamente estaba el rosario en evidencia en todos estos países y dentro de todas estas religiones que hemos mencionado, sino que también era usado en los días del paganismo en Roma, en donde las mujeres se adornaban el cuello no solamente por razones ornamentarías, sino corno recordatorio de oración en sus religiones paganas. La palabra «collar», Monile, significa «recordatorio », es decir, medio para recordar.

Nadie puede negar el hecho de que el instrumento del rosario era usado en la época pre – cristiana y por religiones no cristianas. Incluso la misma Enciclopedia Católica, dice: «En casi todos los países nos encontramos con algo similar al rosario para contar las oraciones».

De todas maneras, ni Cristo ni los apóstoles enseñaron nunca a orar empleando algún instrumento u objeto para contar las oraciones. El memorizar oraciones y luego repetirlas una y otra vez mientras que contamos las canicas, realmente se convierte en un ejercicio de memoria en vez de una expresión espontánea del corazón. Considerando que su uso no tiene base bíblica y que su origen proviene de tribus aborígenes paganas, el rosario no es más que otro ejemplo de cómo el paganismo fue mezclado con la religión católica.

La oración más frecuentemente repetida y la principal del rosario, es el «Ave maría», que se dice de la siguiente forma: “Dios te salve, María; llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.

Recitar el rosario completo ocupa quince minutos, requiere la repetición del Ave María 53 veces, del Padre Nuestro 6 veces, 5 misterios, 5 meditaciones de los misterios, 5 glorias y una repetición del llamado «Credo de los Apóstoles». Bien, notemos en dónde está Puesto el énfasis. ¿Cuál es la que se repite más frecuentemente? La oración a María. El caso es que el Avemaría es repetida nueve veces más que el Padrenuestro. Pero, preguntamos, ¿es más importante o efectiva una oración compuesta por hombres Y dirigida a María nueve veces, que una oración enseñada por Jesús y dirigida a Dios mismo? Tal énfasis en la «madre» indica claramente la mezcla del paganismo en el sistema de Roma.

El repetir una oración una y otra vez es indicado en la Biblia como una práctica del paganismo. Por ejemplo, oraciones repetidas se ofrecían a Diana en conexión con su culto en Éfeso. Estas oraciones consistían de una corta frase religiosa, repetida una y otra vez; tal como podemos ver en Hechos 19:34. En este pasaje, los idólatras de la diosa-madre « … todos gritaron casi por dos horas: grande es Diana de los efesios» . Todos gritaban esto una y otra vez, y al igual que estos adoradores de Diana, usaban frases repetidas en su culto, asimismo hoy día, la misma clase de oración no bíblica continúa en la Iglesia Católica aplicada a María. Pero Jesucristo se oponía radicalmente a la práctica de repetir oraciones una y otra vez y así lo expresó: «Y cuando ores -dijo—, no uses vanas repeticiones como lo hacen los gentiles, porque ellos se imaginan que han de ser oídos por su uso de muchas palabras. No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros pidáis» (Mt. 6:7-13). En este pasaje nuestro Señor, en términos claros, nos pide no orar repitiendo la misma oración una y otra vez. Jesús declaró enfáticamente que esto era ritualista. Debemos creerle y obedecerle a Él.

De todas las oraciones del rosario, la única que es tomada directamente de la Biblia, es el «Padrenuestro». Pero aun esta oración no debe repetirse una y otra vez, pues es a continuación de habernos dicho El que no usáramos repeticiones Y muchas palabras como lo hacen los paganos, que dice en el siguiente versículo: «De esta manera debéis orar: Padre nuestro, que estás en los cielos… ». Y les dio a los apóstoles esta oración breve como ejemplo. En el mismo párrafo en que les indicó no repetir palabras en vano, el Señor Jesús dio esta oración como algo opuesto al tipo de oraciones de los paganos; sin embargo, en desobediencia directa a las Escrituras, los católicos son enseñados a repetir esta preciosa oración una y otra vez en lugar de imitarla. Y sí el Padrenuestro no debe repetirse, cuánto menos debemos repetir la más breve oración hecha por hombre y dirigida, no a Dios, sino María, la madre humana de Jesús.

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