Consejos de Moody en el Estudio. El Sr. Moody era un infatigable estudiante de la Biblia. Usualmente se levantaba en la madrugada en el verano a fin de tener un momento a solas con su Biblia y Dios, mientras su mente estaba fresca, y antes que las actividades del día dividiesen su atención. Los muros de su biblioteca están llenos desde el piso hasta el techo con estantes repletos. Solía decir que valía la pena ir mil millas para conseguir un buen pensamiento. ¡Qué intensidad la que le ponía al escuchar a otros predicadores para conseguir buenos pensamientos e ilustraciones, y cómo se encendía su rostro mientras sacaba el cuaderno que guardaba en su bolsillo trasero! Animaba al hábito de tomar nota de todas las cosas que uno leía y oía, creyendo que haría que la Biblia sea más interesante día tras día. De hecho nunca cambió su método de hacer sermones, el cual era como sigue: Habiendo decidido preparar una predicación sobre algún texto o tema—prefería usar temas mayormente—primero tomaba un gran sobre, y afuera escribía el título o referencia: “Cielo,” “Salmos 23,” “Rebeldes,” “Que el malo abandone,” “Cómo tratar con preguntones,” etc. Muchas personas deseaban aprender el secreto de cómo hacía sus sermones. “No tengo ningún secreto,” le dijo a un conjunto de jóvenes. “Estudio más por temas que lo que hago por textos. Si, mientras leo, encuentro algo bueno sobre alguno de estos temas, lo coloco en el sobre correcto y dejo que se quede allí. Siempre llevo un cuaderno, y si escucho algo en un sermón que dará luz en ese tema, lo anoto, y lo pongo dentro del sobre. Quizás dejo que se quede un año o más. Cuando quiero un nuevo sermón tomo todo lo que ha sido acumulado. Entre lo que encuentro allí y los resultados de mi propio estudio puedo tener material suficiente. “Luego repaso todo el tiempo mis sermones, sacando un poco aquí y añadiendo un poco allá. De esa forma nunca se vuelven muy viejos. Nunca tengo vergüenza de repetir un sermón. Muchas personas tienen miedo de repetir. Oí de un hombre que predicó un sermón que lo había predicado varias veces antes, y cuando terminó otro predicador le dijo: “’Le he oído predicar ese sermón por lo menos cinco veces en los últimos cinco años, y lo sé de memoria.’ El otro dijo: “Lo oí predicar hace cinco años, y no puedo recordar nada de lo que dijo.’ “Si tiene un sermón que realmente es bueno para todo, hágalo circular. Si el Señor lo bendice aquí esta noche, ¿por qué no puede bendecirlo a diez millas de distancia, o a diez años de aquí en adelante? Estudie por temas, y llénese tanto de su tema que todo lo que necesite sea pararse y hablar todo lo que pueda dentro del tiempo. En algunos temas pienso que podría hablar sin dificultad ocho, nueve o diez noches. Cuando comencé no podía hablar más de cinco minutos. Luego hablaría cinco minutos y me sentaría. En seguida podría hablar quince minutos. “Si alguien me fuese a preguntar cuando comencé a predicar no podría decirle. Comencé con los niños. Poco a poco trajeron a sus padres. Luego noté que casi la mitad de la audiencia eran adultos. “Me gusta conseguir un personaje bíblico. Cuando ubico un hombre que es versado en la Palabra de Dios, simplemente procuro obtener algo de él. Es un gran privilegio tener los pensamientos que estos hombres han estado excavando todas sus vidas.” Cientos de sus sobres de sermones se encuentran en su estudio—muchos de ellos muestran señales de uso frecuente, muchos representan sermones en embrión. Cuando deseaba predicar sobre cierto tema, iba al sobre de recortes y seleccionaba los puntos y anécdotas que deseaba usar en esa ocasión. Haciendo un bosquejo escribía eslogans y aseguraba las hojas a su Biblia mediante bandas elásticas. Este método de hacer sermones tenía muchas ventajas. Le dio plena oportunidad de hablar espontáneamente, puesto que no estaba limitado fuertemente a un manuscrito escrito. Muchos de los mejores y más citados dichos del Sr. Moody fueron espontáneos. Siempre insistía que lo que la iglesia necesita es “hombres que puedan pensar sobre sus talones.” Debe haber repetido algunos de sus sermones cientos de veces, pero siempre sonaban frescos al oyente. Indudablemente el secreto se encontraba en parte en la naturaleza de su tema, en parte de la frescura de su predicación; pero también se le debe dar crédito a su método de hacer los sermones, lo cual permitía que haya flexibilidad en el bosquejo lo cual significaba cambio continuo en la esencia de su predicación, y orden en sus puntos y anécdotas que eran formados. Hay tres libros que el Sr. Moody aconsejaba que todo cristiano tuviese: (1) Una buena copia de la Biblia con una impresión grande y clara; (2) La “Concordancia” de Cruden y (3) el “Libro de Texto Temático.”