1. Predique sobre cada doctrina que centra su atención en el hombre en lugar de Dios. Enseñe cada doctrina que hace al hombre el centro de la atención de Dios, en lugar de Dios el centro de la devoción humana. Diga a la gente sólo lo que Dios hará por ellos.
2. Evite predicar sobre la necesidad de un cambio radical de corazón, pensamiento y verdad, revelado al corazón por la agencia del Espíritu Santo.
3. Deje que su supremo motivo sea el de ser popular con toda la gente, luego, por su puesto, su predicación será amoldada a ese propósito y no el de la conversión de las almas a Cristo.
4. Evite predicar doctrinas ofensivas a la mente carnal, para que nadie pueda decirle como dijeron a Cristo: «Dura es esa palabra, ¿quién podrá oirla?».
5. Evite los puntos distintivos, y no moleste las conciencias de sus oyentes, para que no se alarmen realmente por sus almas.
6. Evite todo tipo de ilustraciones, repeticiones, y oraciones expresivas, para evitar que la gente recuerde lo que usted dice.
7. Evite todo calor y entusiasmo en la presentación de su mensaje, para que nunca deje la impresión de que realmente cree lo que dice.
8. Llame la atención sobre las emociones y no las conciencias de sus oyentes.
9. Asegúrese de no testificar de su propia experiencia personal del poder del evangelio, para que nunca pueda producir la convicción sobre sus oyentes de que usted tiene algo que necesitan.
10. No reviva memorias desagradables, recordándoles a sus oyentes sus pasados pecados.
11. Denuncie el pecado en una forma general, no haga referencia a los pecados específicos de su presente audiencia.
12. No presente la apariencia de que Dios manda a sus oyentes que -aquí y ahora- obedezcan a la verdad. No les haga pensar de que espera que rindan sus vidas en este momento para dar sus corazones a Cristo.
13. De la impresión de que la gente debe seguir en sus pecados, y que consideren dejarlos cuando mejor les convenga.
14. Predique la salvación por gracia; pero ignore hablar de la condición condenada y perdida del pecador, para que nunca entienda qué es la gracia, y sepa su necesidad de élla.
15. Predique el evangelio como un remedio o cura, pero asegúrese de hacer ignorar al pecador su enfermedad fatal del pecado.
16. No hable de la Santa Ley espiritual de Dios (por la cual viene el conocimiento del pecado), para que el pecador nunca vea, a la luz del espejo divino, su real condición perdida y pueda arrepentirse.
17. No apele a los temores de los pecadores; sino hágales pensar que no tienen nada por lo cual temer.
18. Predique de Cristo como un amigo infinito y bueno. Ignorando las reprensiones agudas que hizo a los pecadores e hipócritas, que muy a menudo hacían temblar a Sus oyentes.
19. No reprenda las tendencias mundanas de la iglesia, para no herir los sentimientos de nadie y finalmente se conviertan algunos de éllos.
20. Admita, ya sea obviamente o casualmente, que todos los hombres tienen alguna buena moralidad; para que los pecadores nunca puedan entender que necesitan un cambio radical y total de corazón; del pecado a la santidad.
21. Hable tan poco del pecado que su gente piense que usted ni siquiera cree en su existencia.
22. De la impresión de que, si Dios fuera tan bueno como usted, El nunca mandaría a nadie al infierno.
23. No haga referencias desagradables sobre enseñanzas de auto-negación, cargar la cruz y crucifixión del mundo, para que nunca puedan ser convictos y convertidos los miembros de su iglesia.
24. No reprenda la extravagancia en el vestido, para que nunca cause una impresión molesta en los vanidosos y mundanos miembros de su iglesia.
25. Haga mucha promoción de las actividades sociales, y sea el primero en asistir a éllas.
26. Haga sentir a sus oyentes cómodos consigo mismos y con usted, y evite de cualquier modo el herir los sentimientos de alguien.
27. Asegúrese de predicar a esos que están presentes. Predique sobre los pecadores, pero no a éllos. Diga «ellos» y no «ustedes», para que nadie pueda tomar lo que dice personalmente y aplicarlo a su propia vida, «asegurando» así la salvación de su almas.
28. Predique que el nuevo nacimiento es algo que Dios deposita en la gente, no un cambio fundamental en el propósito más profundo de nuestras vidas.
29. Nunca diga a los pecadores que deben renunciar a servirse a sí mismos y servir a Dios y hacer su voluntad.
30. Nunca diga que el arrepentimiento es una responsabilidad humana de voltearse de sus pecados a Dios. Enséñeles que no tienen que renunciar a todo pecado conocido contra Dios.
31. Predique la predestinación en tal forma que resulte en un fatalismo y una apatía de parte de toda la gente. Haga que las personas crean que Dios ya ha determinado quién será salvo y que nada puede cambiar Su voluntad. Así dejarán de preocuparse por la ardiente necesidad de evangelizar al mundo. Lo que usted menos desea es que la gente piense que sus acciones y responsabilidad pueden hacer alguna diferencia.
32. Predique que el hombre es totalmente inhabilitado para obedecer a Dios. Enséñele que nadie puede volverse a Dios, sino que debe esperar a que Dios le volté (le cambie). Asegúrese de que nadie comprenda su verdadera responsabilidad requiriéndole arrepentirse para ser salvo. Nunca permita que sepa que el hombre puede volverse de su pecado a Dios.
33. Predique que cada creyente ha nacido criminal y pecador. Enseñe que cada bebe ha nacido culpable y condenado ante Dios. Nunca considere, ni en lo más mínimo, el hecho de que el hombre ha nacido en inocencia. Niegue que el hombre se hace pecador porque, a causa de su rebelión, ha rehusado a amar a Dios con todo su corazón de acuerdo a la luz, y ha decidido egoístamente su propia felicidad, por encima de todo lo demás.
34. Predique que la gente puede ser salva sin hacer a Cristo su Señor.
45. Predique que la santidad es sólo una opción y no un requisito del evangelio. Enseñe que pueden ser salvos sin realmente ser unos discípulos de Cristo.
36. Enseñe a los Cristianos que el pecado es normal y parte natural en el diario vivir, y que nunca pueden vencer la tentación a través del poder del Espíritu Santo.
37. Predique que nadie necesita hacer nada. Enseñe que ya son salvos y seguramente destinados al cielo, a pesar de que vivan en la continua práctica del pecado, en rebelión y desobediencia a Dios.