En Hechos 2, el día de Pentecostés, se produjo la llenura del Espíritu Santo en los creyentes, prometida por Cristo antes de su ascensión (Hechos 1:8); no debe de ser confundida con la recepción del mismo, pues este se produjo antes de Su partida (Juan 20:22).
Ahora bien, la llenura del Espíritu Santo en Pentecostés tenía un propósito. Este era que los creyentes tengan el poder para testificar y dar cumplimiento así a la Gran Comisión; recordemos que nuestro Señor advirtió a sus siervos que esperaran en Jerusalén hasta que enviara «la promesa» de Su Padre (Lucas 24.49). Luego de la llenura, en el mismo capítulo 2, vemos los resultados de la verdadera finalidad de Pentecostés: personas salvas y bautizadas (Hechos 2:41.) Querer encontrar otra razón, otra finalidad mayor a esa, no es sino traer confusión.
Los acontecimientos secundarios, manifestación maravillosa de la llenura en ese momento, se ven sucesivamente en los versículos 2, 3 y 4. Primero del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba; Segundo, «… se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego,…». Tercero, «… comenzaron a hablar en otras lenguas,…».
No podemos dejar de advertir que fue Cristo también quien les dijo que hablarían nuevas lenguas (Marcos 16:17.) Pero no le podemos dar más importancia a ello como para creer que es indispensable para estar seguros acerca de la salvación de una persona, o de afirmar sin tapujos que de verdad posee el Espíritu. Es más, sólo se mencionan en la Biblia dos casos ocurridos luego de Pentecostés (véase Hechos 10:46; 19:6.) A más de esto, Pablo sólo las menciona en una de sus epístolas (1 Corintios 12, 13 y 14), y esto, con el único propósito de condenar su desordenada práctica y mostrar lo innecesario de su uso (porque la practicaban sin amor), dándole en su lugar más importancia a la profecía (tema que aclararemos más adelante.) Veamos lo que acota Elmer Roy al respecto: «¿No parece extraño que si el hablar en lenguas hubiese de ser parte vital en la experiencia cristiana o si se iba a perpetuar en la iglesia se le haya dado tan poca importancia, de parte de los escritores del Nuevo Testamento, incluyendo Pablo, quien a su vez manifestó menosprecio por el don?» (1).
Ahora empecemos viendo la palabra misma; sabiendo que el Nuevo Testamento ha sido escrito en griego, la palabra «Lengua» de Hechos 2 viene de la palabra «glossa«, refriéndose a un idioma específico – La palabra «glossa», o sea lenguas, que se usa frecuentemente en este capítulo, sencillamente quiere decir «lengua extranjera» (2). Entonces, las lenguas escuchadas por la confusa multitud (Hechos 2:6-7) eran idiomas que podían ser traducidos; de hecho, lo fueron (Hechos 2:8:11). Los diecisiete idiomas (mínimo) mencionados son prueba de ello. Partiendo de esto, ¿qué son entonces las «lenguas extrañas y desconocidas» de 1 Corintios 14:13-14,19?. Son, pues, las mismas de Hechos 2 (idiomas), sólo que, como es lógico, tienen que resultar «extrañas y desconocidas» para el que no las entiende para el que desconoce o carece de traducción de la misma. No nos podemos cerrar pensando que sean lenguas de nula o imposible traducción, como nos quieren hacer creer los carismáticos. «Un hombre tendría que tener más bronce en su cara que el que estaba en las puertas de bronce de Babilonia para suponer que esto no se refería, al hablar en lenguas ESTRAÑAS» (3). «Pero la mentira más corrompida en la cual participan los carismáticos está en su peculiar perversión de Hechos 2 y 1 Corintios 14. Uno de estos capítulos (Hechos 2) trata con el bautismo del Espíritu Santo y el otro (1 Corintios 14) habla acerca del uso de lenguas desconocidas. Cualquier pecador que pueda leer observará que no hay ninguna LENGUA DESCONOCIDA en ningún lado de Hechos 2; por lo tanto, lenguas desconocidas no tienen nada que ver con el bautismo del Espíritu Santo» (4). «El agregar la palabra extraña a 1 Corintios 14 ha llevado a muchas personas a suponer que las lenguas que se manifestaban en la iglesia de Corinto eran lenguas desconocidas, celestiales. Si se omite dicha palabra, lo normal sería pensar que las lenguas de Corinto eran iguales que las que se mencionan en los Hechos; es decir, lenguas extranjeras» (5). «El término lenguas debe significar idiomas, no estáticos arrebatos ininteligibles (como Neandro se imagina), porque Pablo nunca podría haber deseado tal cosa para ellos» (6).
Concluimos este punto diciendo que son lenguas o idiomas los mencionados en Hechos 2, los cuales podrían ser traducidos; de ahí que también son llamadas lenguas «desconocidas» o «extrañas».
Segundo, no podemos dejar de hacer notar que este mismo Pablo enfatiza, en 1 Corintios 14:1, el que los creyentes de esa iglesia carnal sigan el amor, procuren los dones espirituales y, sobre todo, que profeticen. ¿Pero, es que profetizar sólo se refiere estrictamente al mencionar eventos que ocurrirán en el futuro?. El versículo 3 del mismo capítulo nos puede dar un poco más de luz al respecto: «Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación«; Esto sólo puede darse en la predicación de la Palabra de Dios. Es esta la que edifica al creyente, haciéndolo perfecto, «enteramente preparado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:17); es esta la que le exhorta, le redarguye de pecado porque «penetra hasta partir el alma y el espíritu,… y discierne los pensamientos y las intenciones del coraz6n» (Hebreos 4:12); finalmente, es esta la que le consuela (Salmo 119:50). Con esto vemos que Pablo resalta la predicación, el mensaje de la Biblia sobre las lenguas, anteponiéndola.
El Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia de Jamieson, Fausset y Brown tiene algo más que añadir respecto a la profecía: «…ya sea en cuanto -a eventos futuros, esto es, predicciones estrictamente, ya sean en la explicación de las partes oscuras de la Escritura, especialmente de las proféticas, o bien, ilustrando y exponiendo cuestiones de doctrina y práctica de la fe cristiana. Nuestra predicación moderna es la sucesora de la profecía, más sin la inspiración» (7).
Además de todo lo que hemos visto, Pablo da el «puntillazo» final diciendo que «… mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas,… -» (1 Corintios 14:5). Y es que otro problema con las lenguas era que no todos serían edificados de esa manera, puesto que «… el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios» (1 Corintios. 14:2). Por eso, en los versículos 14 y 15 del mismo capítulo é1 dice que si iba a orar, oraría con el entendimiento, o este quedaría sin fruto (al hacerlo en lengua desconocida). Póngase a pensar un momento en lo que acabamos de ver. ¿Podría ser edificado si a1guien habla en un idioma que Ud. no conoce? ¿podría Ud. entender lo que otro orara?; si alguien estuviese orando en otro idioma, ¿cómo diría Ud. amén? (1 Corintios 14:16); a más de esto, quienes nos visitan dirán que estamos locos (1 Corintios 14:23). La prioridad es, entonces, la predicación.
La iglesia de Corinto usaba y abusaba del don de lenguas. Es en ese momento cuando Pablo aprovecha la oportunidad para darles a los hermanos a1gunas pautas (y este es el tercer punto), un orden preestablecido en el ejercicio del don, orden que, definitivamente, era tirado por los suelos antes de que el apóstol les escribiera. Pero veamos: primero, esto debería de ser por turno (1 Corintios 14:27). No debería de haber tal cosa como que un hermano se levantara y empezara a ejercer el don, cuando de repente otro ya estaría levantándose, y luego un tercero, y así sucesivamente saltando como «palomitas de maíz», sin criterio, olvidando que nuestro Padre es un Dios de paz (1 Corintios 14:33). Segundo, y sin duda alguna, debería de haber un intérprete (1 Corintios 14:27); esto queda claro con el hecho que si yo no lo entiendo, ¿cómo me va a edificar, cómo diré amén?. Ahora bien, si no había intérprete, el asunto quedaba arreglado de la manera más simple: Ese hermano debería callar, sentarse, y hablar para sí mismo y para Dios (1 Corintios 14:28). Tercero, si un hermano empezaba a hablar en una lengua y otro la interpretaba, y de repente se levantaba un tercero hablando en otra lengua, el que empezó hablando debería de tomar asiento, aunque no haya «acabado» (1 Corintios 14:30).
Cuarto, no sólo vemos un orden prefijado en el ejercicio del don, sino, también límites en el mismo. Primeramente, eran solamente dos, a lo más tres (y por turno, como ya lo vimos) los que podrían hablar en lenguas (1 Corintios 14:27). Más que esta cantidad sería rechazada obviamente por Dios (pues Pablo escribió siendo inspirado por el Espíritu Santo). Segundo, las mujeres no podían hacerlo de ninguna manera; deberían de callar en la congregación y aprender en sujeción (1 Corintios 14.34).
Básicamente, es todo lo que «él más pequeñito de los apóstoles» advirtió a los hermanos en Corinto. Los carismáticos y otros semejantes, quienes se jactan de poseer el Espíritu de Dios porque «hablan en lenguas», ¿por qué es que rompen este orden establecido por Dios? ¿Es que no les importa lo que El piensa? ¿Cómo dicen entonces obedecerle? ¿Pueden ellos llamarse aún así la iglesia de Cristo, la novia de nuestro Señor, sin sujetarse a sus preceptos? Concluya Ud.
En 1 Corintios 14:37 vemos que Pablo apela a la espiritualidad de los hermanos para que vean si sus palabras son o no mandamientos del Señor. Y era obvio que sí lo eran; puesto que la Escritura, la Biblia en su totalidad es «… inspirada por Dios…» (2 Timoteo 3:16). Esta carta del apóstol no sale del límite de la inspiración. «Las palabras de Pablo, en su carácter de apóstol, son palabras de Cristo. San Pablo apela no meramente a uno o dos, sino a todo un cuerpo de hombres…» (8). «Así, se lee en el texto recibido: mandamientos del Señor; en otra parte: de Dios; en otra: un mandamiento del Señor; en otra por último: las cosas que os digo, son del Señor. «En todo caso, apela a la autoridad divina, y la encuentra, ora en la ley que acaba de recordar relativa a la mujer (1 Corintios 14:34), ora en su propia inspiración, bien superior a la de los que pretendían ser profetas o espirituales» (9).
Quinto, en 1 Corintios 14:21-22 vemos que las lenguas son por señal a los incrédulos, y no a los creyentes. Pero, ¿qué tipo de incrédulos?; son los judíos incrédulos de Corinto. Ellos piden señales (1 Corintios 1:22); las lenguas eran uno de los medios para que ellos sean ganados para Cristo; pero a pesar de ello, no oirían. Veamos lo que dice el Comentario Bíblico Moody: «En Isaías 28:11-12, de donde se toma la cita, a los asirios se les llama hombres de lengua extraña. Así pues, el don está principalmente destinado para los no creyentes. La intención de Dios era dar a entender a este grupo no creyente que El estaba con el nuevo movimiento. Es bastante evidente que las lenguas conocidas, como las empleadas en Pentecostés, eran las únicas señales adecuadas para los difíciles judíos» (10). «El don de lenguas era una señal o un milagro del Espíritu, no para los creyentes que los escuchaban sin entender nada, sino para los incrédulos, en el sentido de las palabras de Isaías, es decir, una señal de los juicios de Dios» (11). Phillips llegó a una clara conclusi6n: » El método y propósito del uso de lenguas en el tiempo apostólico correspondía a «una señal para los incrédulos, para que se dieran cuenta que la persona que poseía el don era instrumento de una fuerza sobrenatural«. Una vez que esto era establecido, los incrédulos eran enseñados en una lengua aprendida por el instructor en forma natural. Después de que esto hubo sido presenciado por varios testigos, el valor del don comenzó a declinar hasta que ya no fue necesario… Sólo lo que había sido revelado era necesario que continuara. Entonces el don había de cesar, y hoy la situación es similar a la que se presenta en Lucas 16:29-31» (12).
Sexto, «Cesarán las lenguas,…» es la promesa que vemos en 1 Corintios 13:8. » La historia. Muestra que las lenguas cesaron inmediatamente después del primer siglo. Conybeare y Howson han dicho lo siguiente de los dones sobrenaturales: («En lo concerniente a éstos, toda nuestra información debe de ser derivada de las Escrituras, porque parece que desaparecieron junto con los apóstoles, y no hay ninguna información auténtica de su existencia en la Iglesia en cualquier escrito posterior a los libros del Nuevo Testamento») (13). 1 Corintios 13:8 hay indicaciones positivas de que las lenguas habrían de cesar antes que las profecías y el conocimiento. De las profecías y el conocimiento está escrito que se acabarán (katargeo, «volver inoperante»). De las lenguas se dice que cesarán (pauo). Más todavía, el verbo acaban que se usa en relación con las profecías y el conocimiento está en voz pasiva, para indicar que a1guien (Dios) los habría de abolir. El verbo «cesan» que se usa en el caso de las lenguas está en la voz media, para indicar que se habrían de morir por sí solas» (14).
Séptimo, ¿A qué se refiere Pablo cuando habla de «cuando venga lo perfecto»? ¿Es que se estaba refiriendo a Cristo?. ¿O es que hablaba de la Segunda Venida del Señor? Existe mucha confusión al respecto, motivo de excusa para el uso del don hoy por hoy de parte de los carismáticos. Pero veamos: «La declinación de teleion revela que aparece en el caso nominativo, singular en número y de género neutro. El hecho que esté en este género neutro pone en claro que no puede referirse a Cristo, porque entonces debería aparecer en género masculino, y tendría que leerse así: Cuando venga el que es perfecto. Por lo tanto se debe descartar la posibilidad de que el término en cuestión sea una referencia a la Venida de Cristo. La fe, la esperanza y el amor continuarían después de que los dones milagrosos cesaran. «Lo perfecto» no puede referirse a la Segunda Venida de Cristo porque entonces «la esperanza» ya se hubiera cumplido, y Romanos 8:24 dice que la esperanza que se ve ya no es esperanza. Lo que es «en parte» se refiere entonces a los dones espirituales y lo que es perfecto tiene la completa revelación de la Palabra de Dios» (15).
Concluimos haciendo notar que las lenguas cesarían hasta la recopilación de la Biblia en su totalidad, es decir, Hasta antes del 100 d.C. aproximadamente.
Bibliografía
(1) La Voz Eterna; Número 1, Volumen 33, Enero-Febrero 1995, pág. 24.
(2) Macknight, James; Epístolas Apostólicas, 1ra a los Corintios, Baker Book House, Grand Rapids, Michigan, 1949, pág. 186.
(3) Carroll, B.H., Comentario Bíblico, Volumen X, Versi6n Española: Sara A-Hale, impreso en los Talleres Gráficos de la M.C.E. Horeb, libros de CLIE, 1987, pág. 240.
(4) Ruckman, Peter, Cinco Herejías Examinadas, Bible Baptist Bookstore, copyright 1982, pág.17.
(5) Caldwell Ryrie, Charles; El Espíritu Santo, versión castellana de David Powell, Editorial Moody, 1978, pág. 133.
(6) Jamieson Roberto, Fausset A. R, Brown David; Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, Tomo 2, Nuevo Testamento, traducción de Jaime Quarles y Lemuel Quarles, Casa Bautista de Publicaciones, Décima Edición, 1987, pág. 394.
(7) Misma obra, pág. 394.
(8) Misma obra, pág. 397.
(9) Schroeder Alfredo, Bonnet Luis, Comentario del Nuevo Testamento (traducido del francés), Tomo 3, Epístolas de Pablo, Casa Bautista de Publicaciones, Asociación Bautista Argentina de Publicaciones, 1ra. Coedición, 1982, pág. 305.
(10) Comentario Bíblico Moody; Nuevo Testamento, redactado por Everett F. Harrison, Casa Bautista de Publicaciones, Primera Edición, 1987 pág. 310.
(11) Schroeder Alfredo, Bonnet Luis; op. Cit.; pág. 301.
(12) Phillips, Paul W.; El Significado de la «Glossa» en el Nuevo Testamento, Universidad Cristiana de Abilene, Texas, 1 963, pp. 121-122.
(13) Misma obra, pág. 72.
(14) Caldwell Ryrie, Charles; op. cit., pág. 138.
(15) La Voz Eterna, op. cit., pág. 26.