Espíritu Santo, el poder de lo alto. La evangelización es «…en el poder del Espíritu Santo…»
Las armas de nuestra milicia no son carnales sino espirituales, poderosas en Dios (2 Corintios 10:4). Ninguna sabiduría humana, ningún sistema de «marketing» ninguna técnica psicológica, ninguna planificación de comité, puede hacer las veces de la dirección del Espíritu Santo en nuestra evangelización.
Bajo el señorío de Cristo estas otras cosas pueden tener su lugar, pero se convierten en sucedáneos pobres del poder de Dios cuando evangelizamos sin descansar en la guía y recursos del Espíritu.
Él es quien nos capacita interiormente para la evangelización (Hechos 1:8; Efesios 3:16).
pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
Hechos 1:8
para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;
Efesios 3:16
Él es el único que puede con vencer al no-creyente de su condición ante Dios (Juan 16:8) y que puede hacerle nacer a una vida nueva (Juan 3:5–8; 4:13–14; 7:37–39). Sin Él, pues, la evangelización no es más que la comunicación de unas ideas teóricas; sólo hay convicción, conversión y regeneración cuando el Espíritu Santo nos utiliza como canales de su poder transformador.
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El Espíritu Santo es quien nos dirige en nuestros planes y nos pone en contacto con personas ya predispuestas por Él (Romanos 8:14; Hechos 8:26, 29).
El nos da las palabras que hemos de decir (Mateo 10:19–20; Hechos 4:29–31). En fin, Él es nuestro Señor y nosotros debemos estar a sus órdenes, no esperar que Él se someta y se adapte a nuestros planes.